Los proyectos REDD+ buscan reducir la deforestación y degradación de los bosques naturales, y esto no solo se logra a través de procedimientos rigurosos, fórmulas matemáticas robustas, o el diseño de una portada artística; se basa en aprender a leer la vida, la experiencia que nos relata un suelo, las memorias del cauce de un río, la expresión del rostro de un niño o las representaciones de la tradición de un pueblo.
Cuando nos enfrentamos al reto de mejorar la calidad de vida de un territorio, no debemos pensar únicamente en términos de desarrollo e infraestructura, antes debemos haber visto a los ojos a un mono en cautiverio, a una mujer empujada por la injusticia y a un agricultor fortalecido por la adversidad de su entorno, siempre leyendo las miradas, porque es allí donde se cuenta realmente la historia.
Tenemos la capacidad para diseñar proyectos y sustentar ideas, pero, además, tenemos una grata invitación a ver la realidad de nuestra Colombia, a encontrarnos con empatía hacia nuestros parientes y a levantar la voz por aquellos que les han impuesto el silencio. Allá, en el bosque, nos están invitando a ver un REDD+, no como un acto heroico cubierto de buenas intenciones, sino como una oportunidad de caminar juntos y no por encima de otros, de saborear un ambiente de paz y abrazar la satisfacción de poder mirar juntos hacia un mismo horizonte.